No vamos a mentir y lo diremos desde el principio. Todos mentimos. Por diferentes motivos, en diferentes situaciones, a menudo con buena intención y también mentimos a los niños. ¿Cómo afectan las mentiras de los padres a los niños, a su salud mental en general y cómo repercuten en su socialización? Hemos echado un vistazo a las mentiras y tenemos las respuestas para ti.
Mentimos sobre los Reyes Magos o el Ratoncito Pérez, mentimos para que los niños coman verduras o para convencerles de que no coman dulces. Las mentiras piadosas también acuden a nuestro rescate cuando perdemos familiares o mascotas. Parece que la mentira se ha convertido en parte de los métodos de crianza de muchos padres. Según Psychology Today, hasta el 78% de los padres estadounidenses mienten a sus hijos, y todos los padres chinos encuestados admitieron haber mentido. ¿Tú también recurres a la mentira? Después de leer las siguientes líneas, quizá cambies de opinión.
Mentir como un boomerang
Todos sabemos que los niños aprenden por imitación, observan a sus padres y hermanos mayores en todas las actividades y, nos guste o no, copian los buenos y malos comportamientos. Las mentiras no quedan excluidas. Cada mentira que descubre un niño puede hacerle creer que mentir está bien. Además, este método puede volverse en tu contra. ¿Mientes a tus hijos? Deberías esperar que ellos también te mientan en el futuro. Después de todo, ¿qué hay de malo si los padres también lo hacen?
Además, mentir puede afectar negativamente a la adaptación psicosocial del niño, así como al vínculo entre padres e hijos. También hay que tener en cuenta que los niños trasladan los comportamientos que aprenden a la guardería, a la escuela y a las relaciones que establecen. Las mentiras piadosas son a veces inevitables; mentir a diario ya huele a problema. En casos extremos, una educación con presencia de mentiras puede incluso desembocar en comportamientos antisociales y diversos trastornos psicológicos.
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Antes se atrapa al mentiroso que al cojo
...y tarde o temprano te alcanzará esta gran verdad. Los niños descubrirán que los regalos no vienen de los Reyes Magos. Se enterarán de que su querido perrito no se ha ido a la granja, donde tiene más espacio para perseguir alegremente a los demás perritos. Estas mentiras, sin embargo, entran en la categoría de misericordiosas, y queremos utilizarlas para evitar a los niños el dolor para el que creemos que no están preparados. Es posible que los niños no intervengan en absoluto, pero también puede ocurrir lo contrario. Los niños más sensibles pueden sentirse engañados dos veces tras la revelación de la verdad real, lo que puede perturbar su relación, hasta entonces armoniosa.
Los expertos dicen que el número de mentiras es importante, así como su magnitud. Es poco probable que una mentira ocasional repercuta negativamente en su desarrollo. Cuidado con mentir a diario. Trata de evitar estas mentiras y, en su lugar, intenta incorporar la honestidad a la relación. Habla con tus hijos sobre por qué es importante decir la verdad y cómo afecta la mentira a las relaciones interpersonales. Modela situaciones con ellos y pregúntales sobre las emociones y sentimientos que experimentan cuando mienten.
Tampoco hay que subestimar el estilo de crianza. Las investigaciones sugieren que la mentira se asocia más a menudo con un estilo de crianza autoritario. Los padres autoritarios intentan mantener a los niños "alineados" de esta forma y también establecen las normas del hogar a través de mentiras. Intenta educar a tus hijos con un estilo diferente, más sensible, para que no tengas que recurrir a las mentiras para ayudarte.
También merece la pena considerar alternativas a las mentiras. ¿Toca tu hijo un instrumento musical, pero los resultados son estrepitosos? Seguramente querrás animarle y decirle que toca de maravilla. Recurrirás a la mentira, pero te sentirás bien por no tocar a su genio musical. Intenta verlo desde otro punto de vista. No tienes por qué echarle en cara inmediatamente que su forma de tocar es terrible y que no se puede escuchar. Hay otras formas de decirlo, como: "Tocar un instrumento musical requiere práctica. Sin duda mejorarás con el tiempo". Verás que ese tipo de apoyo acabará siendo más valorado por el niño que las mentiras.
Mentimos para no herir los sentimientos de los niños. Mentimos para no borrar toda la magia de sus vidas. Mentimos para elevar su autoestima y su fe en la bondad de la humanidad. No todas las mentiras son malas, pero muchas son perjudiciales. Intenta reducir las mentiras al mínimo. No solo te hará sentir mejor a ti, sino también a los niños.